Mi hija Marina, se inició en la escuela, en pre-escolar junto a la hermana Narcisa, y a partir de ese día, durante toda su vida escolar, primaria y secundaria, la primera cara que veía y la primera sonrisa que la recibía, era la de ella y generalmente con la misma frase: “Marina, peinate”. Aún en los primeros años de la vida docente de mi hija, con muchos años sobre sus espaldas y a pesar de nuestros retos, seguía recibiendo a todos.
Era “todo amor”, pero firme. Tanto alumnos como papás, marchaban a su ritmo.
El primer día de clase, al ver que no todas las nenas tenían la corbatita del delantal, de acuerdo al uniforme, empezaba a retar a las mamis, pero al ver las caritas de las nenas, con las palabras más tiernas, subsanaba el inconveniente y se ganaba el corazón de todas.
No escatimaba en abrazos ni besos, aún cuando se pequeña alumna tuviera cara y manos sucias de lo que fuera, tal como ocurrió con nuestra hija en una convivencia.
Nosotros concurríamos a escuchar misa los sábados a las 19 hs. A la salida, siempre, la esperaba un grupo de personas que le pedían ropa y alimentos y hasta dinero. Ella siempre tenía respuestas y recursos para todos. Pero siempre, aun tratándolos como hijos, era firme. Cierto día, pudimos presenciar cuando un señor le pedía dinero para comprar leche para sus hijos. Ella se lo dio, pero esperándolo en la puerta de la capilla, lo obligó a mostrarle la leche comprada.
Muchas veces, la encontrábamos caminando por Cuenca, yendo a comprar “pelotas blanditas” para que los chicos pudieran jugar en el recreo sin lastimarse y sin lastimar a otros.
Nunca aceptó que la lleváramos en el auto, ella prefería caminar. Cierto día, le pregunté por qué no quería al perrito que le habían traído las hermanas a la comunidad. Ella contestó que el tiempo había que dedicarlo a los chicos y no a los animales. Pero luego me mostró su tesoro: un jardín con unas rosas increíbles!!!-que el perrito se dedicaba a destruir…
Cada momento con la hermana Narcisa fue un regalo. Junto a todo el cariño de quienes la conocieron, está nuestro profundo agradecimiento por todas las cosas lindas que plasmó en nuestra hija, que perduran y siguen dando frutos en sus propios alumnos.
Héctor y María Luisa Cilione