Narcisa, "santa doméstica"
Pequeña, bajita. Casi reducida a la minima expresión del tamaño que un adulto pueda tener. Torturada silenciosamente por sus pies que le dolían hasta la deformidad. Seria y sonriente simultáneamente. Con gruesos lentes que no llegaban a ocultar una mirada que reunía "la astucia de la serpiente y la mansedumbre de la paloma". Enérgica y cortés. Con acento italiano a pesar de tantos años de Argentina. Gozó, sospecho, del enorme guiño se su Comunidad para poder hacer todo lo que hizo.
Así conocí a la Hermana Narcisa por el 86. Sin tener conciencia que se iniciaba en ese momento, con la finalización de su tarea como docente del Jardín y el ingreso de Roxana en su lugar (su delfín elegido y amorosamente preparado), por un lado el nacimiento de la casi mítica recordación de su paso por las aulas y, por otro, su titánico ejercicio de la caridad silenciosa y del amor expresado en pequeños gestos.
Habilísima en extremo, encontraba la forma de resolver y obtener lo que se proponía. Encarnaba perfectamente (creo) el ideario de Bartolomea y Vicenta: sin desatender su vida religiosa se ocupaba de la asistencia amorosa de sus chicos y también "de los que nadie se ocupa". Su espíritu evangélico le brindaba "inmunidad" con los personajes oscuros que, en general, tememos o ignoramos. Atendía a los chicos del colegio, si!, pero también la vi reprender y aconsejar amorosamente a borrachos y prostitutas (mientras les daba comida y ropa!!!).
Compartíamos la pasión por las plantas y cuando descubrió que podía ayudarla a reparar cosas que todo el mundo daba por perdidas (menos ella) casi me convirtió en su "brazo ejecutor". Nos recibía los domingos a la tarde, poco menos que de "contrabando", para que le lleváramos las cosas que después distribuía. Ella, la que se ocupaba de los olvidados y marginados, nos decía "son ustedes verdaderos misioneros" ... justo ella!; y de paso deslizaba un "le parece que podrá arreglar esto?".
Internada, poco antes de morir, le preguntaron si no quería ver televisón para entretenerse. "Para qué?", respondió, "si con Dios y los chicos tengo suficiente".
Su funeral nos unió a todos en humano dolor y en certeza de su paso directo a la Casa del Padre. Todos fuimos a despedirla. En su ataúd, con gesto absolutamente calmo a pesar del dolor que sufrió, recibió ofrendas que correspondían a su tarea: rosarios, flores caseras, remeras, pelotas (de las blandas, que no lastimen!) y hasta un pequeño y silencioso ramos flores de que decía "Tus chicas de la plaza".
Me gusta pensar y sentir a Narcisa como, si se permite la expresión, nuestra "SANTA DOMESTICA". Fue testimonio evangélico viviente, sin duda nos sigue cuidando desde los pies de la cuna de la Virgen Niña y la tuvimos al alcance de la mano.
Me gusta pensar a Narcisa como alguien que hizo realidad la frase "que con solo vivir predique el Evangelio".
Me gusta sentir a Narcisa como testimonio y compromiso.
La quiero mucho.
Claudio Rizzo (el esposo de Roxana, el papá de Charo y Nico)
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